Uno de los mayores protagonistas del actual tráfico postal, o sea, de lo que realmente circula entre las oficinas postales sin relación con los aficionados filatélicos, son las cartas que presentan la marca (signo de franqueo) de “franqueo pagado”. Dicho correo, muy voluminoso, es masivamente generado por instituciones públicas y por grandes empresas, sobre todo entidades bancarias y otras empresas privadas mercantiles. Este sistema de franqueo, aunque les parezca a muchos aficionados menos estético que otros, es una importante realidad a la que no puede dar la espalda la afición filatélica. Ciertamente, razones como su gran volumen o su modesto y poco atractivo aspecto, hacen que las cartas con estas marcas sean las más veces despreciadas por los filatelistas. Y, por supuesto, su pretendida “modernidad” tampoco colabora mucho a su buena consideración. Con todo, son piezas postales susceptibles de ser incluidas en una colección filatélica con plena legitimidad. En este artículo intentaremos dar argumentos en su apoyo.

En relación a la modernidad o actualidad de las marcas de “franqueo pagado”, habría mucho que discutir. Ha llovido ya bastante desde que un Real Decreto de 22 de agosto de 1.986 admitiese y regulase su uso en el tráfico postal. Desde entonces, son innumerables los formatos y los tipos de estampación que ha adoptado este signo de franqueo, como numerosísimas son las entidades públicas y privadas que lo han utilizado. En el caso de las entidades públicas, la marca de “franque pagado“ llegó a desterrar el uso de las tradicionales marcas de franquicia oficial, otro signo postal poco agraciado en lo estético, pero muy apreciado por los coleccionistas, por su gran tradición de uso y por la variedad de entidades que lo emplearon. En el caso de las entidades mercantiles, el “franqueo pagado “ sustituyó irremisiblemente como sistema de envío masivo de correspondencia a los franqueos mecánicos, apreciados y despreciados por según que filatelistas. Estas marcas mecánicas (sic transit gloria mundi) habían arrumbado antes al olvido en muchas empresas a los sellos de correos tradicionales. Volviendo a las marcas de “franqueo pagado”, a pesar de llevar entre nosotros más de 30 años, no han sido estudiadas ni catalogadas todavía, tarea cada vez más ardua y dificultosa, por su grandísima cantidad y variedad, que va creciendo exponencialmente.

Se dice que su gran volumen de circulación es causa de su ínfimo valor e interés filatélico. Podríamos rebatir este argumento despectivo aludiendo al hecho de que, si bien su razón de existir es, precisamente, la comodidad de su empleo en un correo masivo e impersonal, estas marcas tienen muchas variedades en todo el tiempo en que se han empleado, y muchas de ellas son hoy difíciles de hallar. Pensemos además que, dado el destino de destrucción que suele darse a la gran mayoría de cartas circuladas bajo este tipo de franqueo, incluso por los filatelistas, son relativamente escasas las que sobreviven a un periodo de diez años de antigüedad. Veamos algún ejemplo de cartas difíciles de hallar, por poco atractivas que nos parezcan.

Abajo: a la izquierda, carta de impresos religiosos de 1.982, con el formato ya desaparecido con la expresión “franqueo concertado”, antecedente del franqueo pagado. A la derecha, carta del Banco Central Hispano de 1.994, con la expresión “franqueo pagado” en otro formato hoy no existente.
 
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Es innegable que existen miles de ejemplos distintos de cartas con estos signos de franqueo, y que tenerlas todas es tarea casi imposible, pero el valor ínfimo que se les atribuye no viene de su pretendida abundancia, sino de la falta de interés por su estudio, y sobre todo, de la falta de su demanda comercial. Si en un futuro se generase una corriente de estudio y coleccionismo de las mismas, cosa nada descartable, será otro el criterio de su valoración económica, y por consecuencia, de su valoración en una colección competitiva. Imaginemos, por ejemplo, dentro de 30 años, una colección centrada en cartas de “franqueo pagado” de ciertas instituciones públicas, o especializada en las remitidas por cierto tipo de entidad mercantil, o por una en concreto. No se puede negar su atractivo como Historia Postal y el mérito de su estudio filatélico.

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Estudio de tres imagedistintos signos de franqueo pagado, en cartas remitidas por el I.N.S.S. Distintos son también los membretes, los anagramas y la propia denominación del organismo público remitente.
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En relación a su aspecto poco estético, nuestra reflexión va a centrarse en una clave que muchos coleccionistas no tienen en cuenta a la hora de examinar las piezas de franqueo pagado: las cartas con este signo de franqueo no pueden valorarse estéticamente (ni en ningún otro sentido) tomando en cuenta sólo el parco y escueto “cuadrito” o cajetín con la impresión de la cornamusa y las palabras reglamentarias, sino que deben examinarse de modo global, como una auténtica pieza entero postal, que es lo que es. Eso supone que miles de sobres con idéntico signo de franqueo son distintos, porque Correos ha autorizado (y gestionado) la impresión de todo lo que se ve en el sobre: el susodicho “cuadrito”, el membrete del organismo público o entidad privada que va a girar la correspondencia, mensajes de interés o publicidad en su caso, y todo ello sin entrar en los textos o imágenes que se vean en el reverso del sobre, que pueden ser distintos en piezas cuyo anverso es idéntico. Si nos asomamos a la página web de Correos, en su información al público sobre el sistema de “franqueo pagado” como medio de circulación de la correspondencia, el operador postal nos ilustra con el formato y dimensiones que ofrece para su producto postal :

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En este esquema vemos lo que Correos exige que figure en los sobres o tarjetas de franqueo pagado: un cajetín con unas concretas dimensiones y la consigna de los datos del destinatario, pero fuera de estos mínimos, el solicitante es muy libre en cuanto a los contenidos que han de imprimirse en el elemento postal a enviar, o incluso en cuanto a su formato. Tal es la variedad que permite Correos de contenidos y formatos, que no podemos quedarnos indiferentes ante las posibilidades de coleccionismo de estas piezas, sobre todo en relación al coleccionismo temático. Ejemplos todos hemos visto muchos, pero pongamos algunos para ilustrar nuestra reflexión.

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Podríamos seguir llenando páginas con las ilustraciones de los cientos de originalísimos formatos y presentaciones de cartas y tarjetas de franqueo pagado que hoy circulan en el tráfico postal, y que ni son estéticamente feas, ni son inadecuadas para diversas colecciones. 

Estas piezas pueden figurar innegablemente en una colección temática, como correo circulado que son. Sus ilustraciones o formatos no obedecen al capricho decorativo de quien ha pagado religiosamente a Correos por la confección de los sobres o tarjetas y los remite, sino que son ilustraciones y formatos íntimamente vinculados al fin que justifica su envío masivo, que es la promoción de la entidad emisora, o sus productos, o sus servicios. Admitido este argumento obvio, sin embargo nos encontramos, como no podía ser menos, con la oposición de algunos aficionados y de “veedores” de la Filatelia a su admisión en colecciones temáticas. Estos son algunos de los “peros” que se esgrimen frente a las piezas postales de “franqueo pagado”, entresacados de foros especializados diversos:

- Despiertan poco interés porque son muy nuevas, lo cual les quita todo interés histórico – filatélico, y por ello, el coleccionista debe decantarse por piezas de más antigüedad. Ya nos referimos unos párrafos atrás a la relativa y discutible “modernidad” de este tipo de signos de franqueo. Nos parece asombroso que se tilde de actuales o recién llegadas a piezas postales que llevan en el tráfico postal más de 30 años en muchos casos, y que por su rareza tienen interés como Historia Postal. Por otra parte, si la novedad es signo de rechazo, deberíamos empezar rechazando todo sello, marca postal, tarjeta o sobre entero postal, etc., que se ha emitido en los últimos (10, 5, 3, es igual) años y hasta hoy, cosa que no hacemos.

- Despiertan poco interés porque no llevan adherido un sello postal. Siguiendo este criterio de desprestigio, podemos decir que no es deseable en nuestra colección ninguna carta prefilatélica, ningún cupón respuesta internacional, ninguna tarjeta normalizada de prisioneros de guerra, etc., que no tienen adherido un sello postal. También habría que desdeñar con este tipo de objeciones a las cartas y tarjetas entero postales con timbre impreso, siempre que no lleven nada más adherido.

- Despiertan poco interés porque no llevan casi nunca marcas de matasellos. Aquí debemos decir que, por su propia naturaleza, no tienen por qué llevarlas. Por otra parte, si llevar marcas de matasellos es un argumento de mayor valor de una pieza postal, cuesta comprender por qué en los mercados de coleccionismo y en las exposiciones tienen mayor valor las más veces las tarjetas y sobres entero postales sin circular que los obliterados. De los sellos ni hablaremos…

- Dada la variedad y cantidad que hay de ellas, es complicado controlar su legítima autorización de impresión. Ciertamente, si hasta no hace mucho tiempo había de figurar en las cartas de “franqueo pagado” el número de la autorización dada por Correos al emisor, actualmente, como hemos visto en el esquema de la página web de Correos, no es precisa la inclusión en el cajetín de este dato. Por ello, el coleccionista que incluya una de estas piezas en su colección habrá de mostrar su labor investigadora, haciendo constar el número de la autorización correspondiente en un texto filatélico junto a la pieza expuesta, lo cual servirá para legitimar su inclusión. En el caso de sobres ilustrados con imágenes, mensajes y símbolos diversos, la autorización sirve para distinguir lo que es una pieza con unos contenidos impresos a iniciativa privada bajo la supervisión de la administración postal, de lo que es son sobres o tarjetas manipulados privadamente tras su autorización (lo que algunos llaman “souvenir” o “repiquage”). Los segundos no tendrían cabida en una colección temática.

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- Está en proceso de discusión, a nivel competitivo, si estas piezas postales son o no admisibles en una colección temática, razón por la cual son material “límite” o “bordeline”, y su inclusión en una colección debe hacerse con mucha prudencia y justificando sus datos de autorización. Nos parece correcto y necesario, como antes dijimos, que se haga constar en la hoja de colección los datos que sirven para acreditar el respaldo de Correos a estas cartas de “franqueo pagado”, pero de ahí a considerar estas piezas como material “límite” va una larga distancia. Creemos que es dar la espalda a la realidad el restringir en una colección la presencia de piezas que están circulando en el tráfico postal a diario de modo masivo, y que, con la normativa F.I.P. en la mano, son “material postal filatélico apropiado”, se tilde como se tilde.

- Son materiales legítimamente exhibibles en una colección filatélica, pero siempre que no se pueda aportar otras piezas más antiguas o de otro tipo distinto para cubrir el mismo hueco de la colección temática. Sin duda, la presencia de piezas antiguas, o de difícil hallazgo, son lo que hacen a una colección distinta, importante o señera, como queramos llamarlo. Pero ¿cómo podrá el coleccionista acreditar que no existen otras piezas distintas para cubrir el espacio ocupado por el sobre o tarjeta de “franqueo pagado”? Es más, si el coleccionista no tiene capacidad económica para adquirir las piezas más valiosas que encajarían en su colección, o tales piezas son difícilmente localizables, aún siendo baratas, ¿por qué habría de renunciar a las que tiene, si su encaje en la colección es afortunado y reglamentario, y ello supone además un toque de originalidad estética? Otra cuestión: si las piezas exhibidas de “franqueo pagado” se justifican como poco usuales y de difícil localización ¿por qué va su orgulloso dueño a renunciar al placer de exhibirlas a cambio de otras piezas de distinto tipo o antigüedad?. Aquí entramos en el campo siempre resbaladizo de la apreciación subjetiva de las colecciones filatélicas, predio que es mejor “no meneallo”. 


Como final de este artículo, consideramos que, cuando alguien está enjuiciando de un modo poco gustoso a las piezas de “franqueo pagado”, está pensando en las grandes exposiciones competitivas y en sus puntuaciones, pero no está pensando en la Filatelia “de calle”, en la de aquellos nuevos coleccionistas que empiezan (escasos), y especialmente en la Filatelia Juvenil. Este segmento es, precisamente, el que más deberíamos cuidar. Lo lógico es que una persona que entra por primera vez en el mundo de la Filatelia creativa (y no en un abono al Servicio Filatélico para montar sellos en hojas de marca), comience con lo que buenamente pueda reunir, con sus medios no siempre abundantes, ni en lo económico ni en cuanto a las fuentes de adquisición. Si difícil es hacer que entren personas en este universo maravilloso de la Filatelia (sobre todo los jóvenes, de lo cual algunos podemos dar fe), más difícil se lo ponemos si empezamos afeándole aquello que llega a su poder por los medios más sencillos y tradicionales: el correo circulado en nuestra vida diaria, y dentro de éste, los envíos con franqueo prepagado, que son una parte muy sustancial del mismo. Para los nuevos filatelistas, sobre todo jóvenes, las piezas de “franqueo pagado” pueden ser elementos postales muy asequibles y estéticamente atrayentes, por estética y porque les suena a su tiempo, lo cual no es baladí. Es evidente que no podemos formar una colección digna sin la adecuada variedad y selección del material, pero se ha de partir de una cierta base, como un día partimos todos nosotros, los que de pequeños “juntábamos” los sellos y matasellos que nos venían dados por el día a día. Y aquí estamos ahora, hablando de estos temas, aunque a veces olvidamos de dónde venimos.

Escrito por:
Jesús González Herrera